Con el término futoko se conoce en Japón a los niños que han desarrollado algún tipo de miedo o fobia a acudir a la escuela (toko kyohi), normalmente por bullying o acoso escolar. Se ha convertido en un problema de cierta relevancia en la actualidad japonesa, motivado por la incapacidad de estos niños de establecer relaciones con sus compañeros.
¿La consecuencia? El aislamiento y, en los casos más graves, el suicidio. Según ha comprobado el gobierno japonés, en las últimas décadas se han registrado más suicidios de niños hacia inicios de septiembre. Curiosamente, es el momento en que se retoma el curso escolar. El misionero Marco Villa llega a afirmar que los futuko se pueden considerar en realidad una parte del grupo de los hikikomori. Es decir, personas que se encierran en casa (y en sí mismas) para evitar cualquier tipo de contacto social. Un futoko se considera como tal cuando no ha acudido a la escuela en un plazo de 30 días, sin ser enfermedad u otra causa externa.
Villa afirma que no se trata de casos aislados, y que requieren terapia. Por eso se han diseñado actividades para fomentar el compañerismo y la amistad. En esas sesiones se escucha y habla con los futoko y se trata de comprender sus sentimientos. Habitualmente, estos niños interiorizan insultos que reciben, los cuales pueden resultar letales. No es fácil ganar su confianza, afirman los expertos, que apuntan a las redes sociales como un peligro para estas personas (por la crueldad que incentiva el anonimato).
La publicación Japan Times ejemplifica lo que siente un futoko:
Un niño de nueve años faltó 40 días a la escuela el pasado año, cuando decidió que no iría tras las vacaciones de primavera. Afirma que no puede respirar y que le duele el estómago cuando acude al centro. Incluso permanecer en casa no es sencillo […] «No soy bueno», dijo el niño a su madre, «todos van a la escuela menos yo».
El número de niños en Japón que no quieren ir al colegio está aumentando, en todas las edades. Hay más de cien mil escolares que rechazan acudir al centro de estudios, una cifra preocupante. Esto queda enfatizado por el hecho de que no existen datos sobre los estudiantes de instituto. Por lo menos, el Gobierno de Japón ya reconoce que futoko es un problema asociado a la escuela, y no algo aislado. Antiguamente se conocía a este fenómeno como «tokokyoshi» (resistencia), catalogándose como enfermedad mental.
Escuela libre, ¿la solución de los futoko en Japón?

Como respuesta a los casos de acoso escolar, los colegios japoneses establecieron normas bastante estrictas a partir de 1970. Consistían en hacer que los alumnos tuviesen el mismo aspecto: vestimentas oficiales, sin complementos o abrigos, así como estableciendo normas como que las personas castañas se tiñieran el pelo de negro.
Aparte de esto, no se han aportado muchas soluciones. Algunos padres deciden llevar a estos niños a «escuelas libres» (de pago), en que se someten a menos presiones. Allí pueden decidir qué estudiar y cuándo irán al centro. ¿La desventaja? Que estos centros educativos no están reconocidos por el Ministerio de Educación de Japón. Por tanto, no se les asegura un futuro como al resto de niños.
La clave de la cuestión reside en que en Japón existe la mentalidad de una educación común, con las mismas oportunidades. Por tanto, cualquier centro que se salga de la norma no está bien visto, aunque parece que poco a poco la situación está cambiando. Por suerte, las autoridades están considerando la situación con una mayor flexibilidad.